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Mostrando entradas de marzo, 2014

Una de hace tiempo

Eres Feliz Eres feliz yéndote de mi  y viniéndote en otras columnas, en otras piernas. Eres feliz esquivando este rostro y lamiendo selvas de otras tierras. Eres feliz dando de beber contadas miradas a estos ojos sedientos y recorriendo descuidadamente otros cuerpos rosados llenos de sol. Eres feliz jugando con mi tiempo y entrando por minutos cortos en cavernas húmedas y respiros agitados donde viertes tu deseo momentáneo. Te fugaz en la mañana  porque eres feliz yéndote. Vienes a mi luego después de venirte en otras. No quieres entrar en mi sin conocerme no quieres entrar en mi porque dices que me amas no quieres lastimarme... Hazme daño y lastímame. Eso a mi me haría feliz.  (La primera línea del arco iris. 2003)

Una Alerta para mi mente

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Creo que he tocado fondo. He llegado al final del pozo que se ha vuelto mi mente. No controlo mis afectos, no controlo mi cuerpo, no controlo mi mente. Si no he tocado el fondo aún estoy muy cerca de darme un golpe, de topar con las últimas piedras, esas que van a lastimarme. ¿Acaso nadie lo piensa? Me he lastimado una rodilla y no supe cómo sucedió, ¿acaso nadie se conduele? Los vi en un momento de la noche, a todos discutiendo como animales, se hablan duro, se quieren con un amor que no puede ser cierto, cantan y ríen como si no hubiera mañana. Cuando el mañana llega les duele la cabeza y juran no volver a hacerlo. Eso he sentido en la mañana. Timbré y no me abrieron, entonces volví a la fiesta. No me controlo y bebo más líquido amargo, o ¿acaso a qué sabe ese chirrinchi, ese licor asquiento, esa agua de los infiernos? Si no he tocado fondo, voy, muy consiente de ser la espectadora del abismo, la Alicia en ese extraño país que es el no recordar dónde y cómo se estuvo en es

El precio de las sonrisas

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Me detengo. Miro hacia el frente. La fuente llena de monedas, el puente lleno de candados, el edificio lleno de vidas y cotidianos. Las calles relucientes de rostros. Creo que me he perdido, tengo esa sensación de cuando era chiquita y me aterraba tanto soltarme de la mano de mis padres en el centro de la ciudad. Desde mi espectro de visibilidad siempre veía perros abandonados, habitantes de la calle, desperdicios y suciedad, era un mundo realmente triste desde allí abajo y solo cuando el adulto que me paseaba de la mano se detenía, podía disfrutar de ese cielo siempre tan lejano, tan alto por encima de los edificios. Sí. Creo que me he perdido. Hace mucho rato solté la mano del adulto y ahora necesito una mano sabia y tranquila. Todos están ahí para mí, pero qué decir de esta gran tristeza que no puedes despegarte porque se ha adherido a ti como un cadillo que se pega a tu ropa cuando vas al bosque. Yo sonrío, tengo mis momentos, sin duda. También a veces soy graciosa y t