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Mostrando entradas de febrero, 2010

La botella de juerga y borrachera

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En la mañana hay poesía. El sol con pereza despeja las sombras. Lo ideal sería un abrazo, un beso de buenos días (y otras tantas cosas que harían un día perfecto) llega el boceto de una idea que si no escribes de inmediato, inmediatamente olvidas... Lo ideal, es que idealmente estuvieras a la derecha de mi cama y no me hicieras ningún desayuno, aunque sería un detallazo. Cómo celebras un gol?? dices gol y sigues escribiendo. Afuera hacen un sisma del evento, el sunami efusivo de la victoria se cuela por las ventanas de mi cuarto. Yo pienso: -Gol? bieeen!!! y sigo escribiendo, leyendo, pensando, y riendo. Si has dormido bien piensas en tu sueño. Toda la noche por ejemplo, me estuvo persiguiendo una cometa de colores ligth, en un paisaje cool. Para mi no fue un sueño, fue una plena pesadilla, a pesar de sus colores. Ya me las he tenido que ver con la resaca, pero la de la noche anterior ha sido palpitante y sepia. Como un tango arrabalero, como un bolero que te busca perdido entre sueños
Muñeca con olor a frutos rojos, engañosa, artificiosa, plástica, seductora: No des nunca nada por sentado.

Locura inconclusa

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Resbalando de un lado a otro por enormes corredores. Pisoteando momentos, momentos masticados por los pies. Arrastrada por “vainas” que no se entienden, despedazada por una fuerza voraz que hace de la bezaca un enorme campana. Tilín!! y la vibración dura para siempre. La enorme pared nunca fue derrumbada, al parecer seguirá ahí por el resto de los días... No te romperás maldito cristal? Y por qué no puedes parar de hacerlo? Pobre Franz, entiendo a Franz, pobre Virginia, entiendo a Virginia. Te duele la cabeza? – si, un poco. Pues tómate una pasta… pero qué maldita pasta quita esto del pecho? Es una guerra entre el ruido y nada… nada, luego más ruido. Ruido, luego solo un poco de silencio. Silencio… y te prolongas… extensión de silencio. Y es un mal necesario… y amo el silencio porque es un respiro, porque es una exhalación. y escribiré historias de muchachos que se pierden en los bares y muchachas que fuman con boquilla, solas en las calles, con los labios muy rojos en callejones oscur

El don de la ubicuidad

En algún momento se desprende mi alma que no alcanzo, que se me pierde en músicas desconocidas. La dejo viajar a sones insondables y antiguos, tan antiguos como es su edad misma. Vengo de hace miles de años, y mis miles de años juegan en el jardín de mi última infancia. Lloran de ansiedad mis ojos de encontrar y perder al siguiente paso. Al minuto siguiente, enamorada de la vida, mendigo palabras simples o compuestas, decido, al minuto siguiente, alejarme del dolor, auspiciarme en la memoria, quemar algún recuerdo que estorbe y seguir mirando, en el paisaje, en el día a día, en el cotidiano. Escucho como hierven las ollas del medio día, como se escurren las traperas de las vecinas comadronas, escucho como brillan el metal del taller, como pule los instrumentos un luthier. Estuve en la oficina del que aún no descansa por llenar sus bolsillos de dinero, y me aburrió el olor del papel estadístico y cuantitativo. Estuve al lado del guachimán que dejó entrar dos ladrones al centro comercia