Yo lo que necesito más bien es dormir... preferiblemente siglos!
Que mi alma no hable y que no se
congracie con lo que digo y que lo que digo se desconecte por completo de lo
que pienso, aún si lo que pienso sea el telar de fondo de lo que digo: Ayer
hice un tendido con telas del pasado, y dejé puntadas para que esa construcción
le hable en coplas de retos al futuro. Me sumerjo siempre dos o tres veces en
el mismo rio, en aguas estancadas llenas y cansadas de primaveras, en aguas tan
frías que a su alrededor nieva, aguas congeladas que se clavan a mi cuerpo como
agujas. Empaño mi cuerpo con lilas y claveles y el fondo lo mezo para que los
peces se coman mis migajas, para tentar a las pirañas, las enredaderas que atan
mis pies para que no vuelen, para que vaya tan lejos como pueda, o para que me
tire al vacío.
He soñado que soy el mesías, he
soñado que soy el arma del vencedor, el sombrero de Indiana, el dedo acosador
del tío Sam. He soñado con hectáreas hechas de nubes grises donde caminan los
muertos medievales que sobreviven en el tiempo, en sus fortalezas amuralladas. He
soñado que camino por los jardines de Tordesillas, por donde caminó Juanita
bonita, loquita de celos, ardiente en una edificación de ocho puntas, que tejía
ornamentos para la iglesia, y recogía los pedazos de recuerdos y memoria y yo
sostengo su velo y medico su cabeza.
He despertado en las rocas frente
al mediterráneo, leyendo a Carrasquilla, con un morral lleno de piedras
fechadas por marineros y he encontrado en mis bolsillos, la brújula de una
golondrina. –Un buen morir honra toda la vida, decían y pensaban los reyes.
¿Qué tal si una buena vida nos honra en la muerte? He muerto decapitada, fui
una bruja inquisitada… grité: -Libertad! En alguna cruzada y fui la Helena de
algún Héctor, y sin embargo, mis ojos yacen admirados frente al tiempo, frente
a un invierno, frente a un cuerpo imaginado que duerme en mi cama. He muerto
frente a ese mar (tal vez de emoción) de mil colores y me debatí en las arenas
del amor eterno, y no contenta sobrevivo en las nieves de la eternidad, como
castigo y premio (o fortuna) de mi ser atemporal.
Soy la Malinche, frente a Isabel
la Católica.
Me regalaron Portugal y el cielo
de una habana melancólica llena de vida! Tengo un Amazonas en mi oído izquierdo
y una Argentina idealizada en mi mano derecha. Tengo un París que me educa y
hace un mes una Italia solitaria decepcionada de mi encanto. Tengo una Granada
melancólica y una proyección en Power Point con una canción de Sigur Rós que me
recuerda una pintura de Dalí, tengo una amiguita en el mental que me habla de
extraterrestres y de flores azules. Tengo una proyección de imágenes que
recorren mi cabeza mientras observo los patos de Paseo del Cauce. Al llegar a
casa tendré un libro que me asaltará de nubes y que bombardeará de poesía mis
recovecos vacíos. Tengo un chat sin remitente y un imaginario potenciario.
Impotente de palabras académicas, lleno de imágenes del futuro? De estrellas?
Tengo una cuenta sin fondos, un Cristo que nunca resucitó, un Renacimiento Maya
y un tótem tatuador en mis montañas. No tengo un Boticelli… tampoco tengo un
avión que cruce mi cielo por estos días. Pero tengo un Zeppelin que me lanza
corcheas de una guitarra que canta en Barcelona. Solía tener un barco que llamé
“Epifanía” que se me perdió en la isla de tortuga porque lo guiaba un capitán
borracho. Ahora tengo hambre de versos y me alimento de migajas de Babel.
También tengo un rostro pálido
que perdió su rubor en una discoteca. Y tengo amigos, menos mal, que cantan
coplas al Amor líquido. Y tengo todos los dientes que le hacen coro a mi
sonrisa. Y tengo días y tengo noches de insomnio. Y tengo una bala en un
revólver. Tengo una sola oportunidad para dispararle a un vaquero barbudo que
amarraré a mi vestido. No soy la reina de Portugal, pero tengo un reino de
cristal.
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