Las cosas que vuelven
Vuelvo a
ser la de los gritos empolvados en la garganta, la de las lunas grises y
opalinas. Vuelvo a ser la de los menhires en la espalda, la del pie izquierdo,
la de las palabras heridas con cuchillas infectadas de histeria. Vuelvo a ser
la de las noches largas sin implantes de luz. La de los libros de historia sin
fechas y personajes, la de la soledad de los parques, la loba en la puerta con
un traje en rojo. Vuelvo a ser la melodía en re bemol menor, bemol del tiempo,
un vino Gran Reserva, el tiquete con rumbo a Neverland sin retorno. Vuelvo a
ser el tren de glorias y victorias perdidas, vuelvo a ser la causa que no fue
causa. Vuelvo a ser Portugal sin Lisboa, vuelvo a ser abrigo de agua, mar en
calma contrariado y obscuro. Esa soy yo, una espiral, un caracol, un ocho
infinito, la constelación en mi cuerpo innumerable. La que siempre dirá la
última palabra y pondrá la taza en la mesa esperando beber de la lujuria del
caos. Esa soy yo, la que se tiró, manzana de su árbol temerosa de la
putrefacción que llegó con la muerte del día, la que no llora porque no sabe
cómo, La que se perdió porque ya no está. Esa soy yo, la que sonríe porque la
ironía es mucha y porque el chiste en verdad es bueno. Esa soy yo, la que no
está, la que se fué, la que puso el punto la que dijo Adiós.
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