Mi gata sigue rasguñando mi silla. Mi silla blanca
giratoria. Ya me cansé de explicarle que es mi silla favorita y que preferiría
que no la dañara. Ella me mira con unos ojos de gato que parecen ojos de ser
humano. Los ojos de Fibi, hablan casi que verbalizan. Sí, los ojos de Fibi son
acciones, son dos hermosos verbos verdes.
En este bosque los días se van en silencio. O mejor,
los días se van en los sonidos cantores de la natura. Sin embargo, esta nueva
vida trae un afán inconmensurable, una agitación maquinaria, inhumana,
accesoria. El tiempo se me allega a mi escritorio y me hace estarme en mi silla
blanca giratoria como dando vueltas entre mil voces y requerimientos que no me
permiten escuchar mi bosque. Esa es la nueva vida, dicen. Que es la vida que no
descansa. Que es la vida que se agita en un perpetuo me levanto a digitar,
llamar, reunir y me levanto luego a digitar, llamar, reunir y vuelvo y me
levanto a digitar, llamar, reunir.
Tengo un par de ojos verdes en casa, que me invitan
cada tanto a salir a caminar, a abrazar un árbol. No puede ser que aún teniendo
este privilegio de la tierra me quede aquí digitando, llamando, reuniendo. Así
que hoy me di el privilegio de la alegría verde y volví a escribir. Sucede que
el trabajo de los sueños, es la vida misma… por eso las nuevas prácticas del
mundo se resumen banales, simples, tristes, susceptibles de recoger y
abandonar. Sucede que tejer es lo que más amo y por eso… punto cadeneta punto
cadeneta punto cadeneta punto cadeneta punto es mi ocho infinito favorito.
Respiro, me impulso y vuelvo a saltar al vacío. Vendrá
lo que ha de ser y será lo que viene.
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