Siempre hay un disco dando vueltas. Este en particular lleva horas repitiendo la misma canción, la misma guitarra suicida ha retumbado por los cuatro resquicios de esta habitación que hoy quiere matarme. He pensado en los personajes con disfunciones sexuales del talkshow con el que soñé una vez cuando escribí para M bonita.

Han salido del sueño por la pantalla de televisión y del libro rojo donde los anoto antes de estamparlos contra el monitor y creo que quieren golpearme con bates. Están algo furiosos pero pretendo calmarlos con un wisky.

Pienso en el señor que me llama “preciosa” en el café de doña Rosa por el que no he vuelto para no encontrármelo, es un señor muy molesto y siempre quiere invitarme a cerveza y pagar mis infusiones. Dice querer ser mi amigo, pero no me gusta cómo me mira y cómo dice “preciosa”. Supongo que se me tiró el espacio porque siempre está allí y yo ya no quiero verle. No volveré donde Rosa. Pienso en cosas... sí, en cosas. Las que sean con tal de no verme aquí tirada. 

Nina sigue cantando, el disco canta y canta… cállate Nina que me estás dando muerte. Mate rile Nina, me estás cortando la cabeza. Ahora estoy tirada en el piso y la sangre corre “preciosa” por el suelo hasta manchar la alfombra y como este cuerpo inventado en esa horripilante imagen de un suicidio investigado por los detectives salvajes, no tiene familia en la ciudad, tardará horas en ser encontrado y pronto estará descompuesto en lo que dura la vigilia porque en verdad no ha muerto.

Yace tirado escuchando el mismo disco dando vueltas, repasando la angustia cuando colgó el teléfono y escuchó al amante decir que “esto no va más”. Estuvieron en el teatro juntos muy de la mano y luego él llamó a decir justo eso: “no va más”. Tal vez encontró el papelito con el que este cuerpo ahora tirado en el suelo inerte, jugó la noche en que estuvieron con amigos jugando pictogramas y ella dibujó un muñequito tirándose a una muñequita y colocó como nombre de uno “mostro” y de la otra “mostra”.

Y es que así es él, siempre buscando excusas para dejarla, para decir que las cosas “no van más” por dibujitos, cancioncitas, poemitas, palabritas y basurita gratis. Él, amante de los fines, ella de los comienzos y los finales dramáticos. Ella no se callará nunca y Nina canta en su funeral.

Mañana, se levantará como si nada y pondrá a todo taco Modest Mouse y sus canciones para los comienzos, y se vestirá de azul y pintará su cara, recogerá su cabello y le llamará. Le dirá que sí, que no va más y que se pudra con sus dibujos de Coffeen Serpas y sus libros de Roberto Arlt y su patético estilo desenfadado. -Espero que algún día te motilés esas greñas, greñudo del demonio, y se dirán barbaridades uno al otro mientras él tiene su Beethoven a todo taco con la novena como le gusta la naranja mecánica a ese imbécil y videar a su vecina, la monita de teatro.

Luego no volverán a verse por meses y un día ella feliz, limpiando sus libros ilustrados, escuchando Lisa Hannigan y esperando su “one” (otra vez) y limpiando las hojitas de la palmerita que ahora está más bonita, sonará el teléfono y será él invitándola al teatro a ver a Paco de Lucía que vendrá a Medellín y esta vez dirá: -Ve, mirá greñudo, ella ya no vive aquí, se murió hace meses, escuchá vos solito tu paco de lucía y devolvele el libro de Laura Restrepo- y colgará el teléfono temblando y luego se va a reír como una loca y bailará calle luna calle sol y pensará en su mostro, que no es su “one” pero se parece mucho.


El disco sigue rodando. Silencio Nina y apágame la luna que hoy esa luz duele. 

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