Speculum


(Días y flores) 

Una canción de Joey Scarbury. Soy una profana de las enseñanzas de la abuela y esa canción me hace sentir la traidora de los ochenta, la eremita impía. Lo hice, no quise pensarlo y lo hice. No soy un monstruo, soy una mujer. Al menos una con sueños, al menos una que quiere coherencia con sus deseos y eso que sucedió no hacía parte del orden del día. Siempre pensé que si algo  así me sucediera yo estaría un poco más histérica y depresiva, al menos nerviosa y triste, pero no lo estuve. Lo hice, insensible ante todo, no soy un monstruo, soy una mujer. Nunca he leído un libro donde el escritor habla de algo que hizo y nunca cuenta qué fue y deja al lector viendo pá’l páramo. ¿Ustedes si? Debo leer más, claro, al menos abandonar un poco al ya centenario Cortázar, quizá los cuentos del gigante me deshumanizaron las entrañas y me dejaron en un paraje catatónico. He pensado que si en mi estuviera no volvería a salir nunca de este cuarto, a no ser si fuera a hablar con Eli, ella lo sabe y nunca me juzgaría. Tal vez más adelante me anime a contarlo, así que si continúa, tal vez lo descubra. Lo más seguro es que no porque pienso olvidarlo. Olvidarlo y continuar, aunque me haya cambiado la vida. Al menos siento que las cosas han cambiado, que no soy la misma y que no seré la misma cuando vuelva a salir. Lo que más me agrada de todo, es que he metido tantos libros en mi cuarto que por lo menos estoy suministrada de buenas lecturas. No odio al mundo, por qué habría de odiarlo si es tan bello. No, no lo odio. Aunque a veces sea tan cretino. No, no lo odio. Odio el inconsciente tal vez, o mejor, odio el sabotaje que me hizo la otra yo de la noche del infierno, la maldita noche en que todo cambió. No es que haya sido un cambio irreparable, ni siquiera puedo decir que sea un cambio horrendo. Cambié, si, me siento grande y por primera vez en todo este pilar de años me siento adulta. ¿Qué fue lo que hice? La estrangulé, estrangulé a la pequeña. Le corté toda posibilidad de vida. Era una vocecita que me empezaba a angustiar. Decía: -Allí no iré, no me conviene, así que allí no iré. Y esta maldita me hacía ir como zombi hacia allá y comportarme de manera tal que me desconociera luego. No suelo recordar lo que hago cuando ella hablaba así que la maté. Todo ha cambiado, lo que me espanta al tratar de salir de este cuarto es que la descubra de nuevo a la vuelta de la esquina y que compruebe que el estrangulamiento también hizo parte de su sucio juego que quiere volverme loca. No le permitiré que resucite porque todos estos días estuve picando su cuerpo de pluma para asegurarme de que no tendrá retorno su cuerpo de garza. No soy la misma desde que maté a la pequeña. Lo hice. No soy un monstruo, soy una mujer, una a la que no le gusta prestar libros y que estrangula voces saboteadoras e infames. Pienso olvidar esa noche y sus estrellas y crecer. Espero que el mundo lo entienda… para crecer, debía matarla.  

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