Hálito y suspiro
-Tal vez amanezca algún día, un atardecer siquiera- pensó, con el optimismo del alpinista. Soñaba con un sol que se llevara esa "costra", esa alga venenosa que le dejó aquel cuando se fue. Volvió, sí, pero ya era de noche. Sus ojos se le habían llenado de un millón de soles y tenían tantas estrellas, era tan otro. No resistió tanta luz. Miró para otro lado, buscando el auténtico sol, el infinito y único. Solo encontró el movimiento de las olas y se cobijó con el mar. Se sumergió en una profunda oscuridad y su pupila palideció ante un recuerdo humectado de olvido. -El olvido- dijo, -con el tiempo se transformará en luz y volveré a ver.
Mientras tanto aquel, iluminado en su distancia con todas sus estrellas y el millón de soles ardía en su candileja lejano. -Volveré a ver- repetía cotidianamente como una oración en el festejo de las sombras. Nunca entendió que apagó su espíritu por un fantasma iluminado y que la verdadera luz, ascendía a sus ojos con miles de soles a su alrededor y que solo bastaba elegir uno. Uno de esos soles haría arder el recuerdo e incendiaría su pupila. Ahora solo basta que se llene de suficiente oscuridad para que pronto mire hacia la luz que busca y desea. Para que pronto sea ella el propio sol.
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