Déjelo así, maldita sea!
Estaba ahí, mirando la vitrina. Le gustaba ver esos objetos brillantes que van y vienen e imaginar que pendía de esas pequeñas esferas que se ondulan. El suejeto X se acercó cargado de un olor especial, ese olor que es muy parecido al vino tinto con tabaco y picadura. Es mucho mas agradable que el olor a cigarrillo y cerveza o tequila, incluso mejor que el olor a colonia costosa. Es el olor salvaje de una promesa. Entonces, llena y espectante, cerró los ojos e imaginó la cara y cuerpo de ese olor. Ella esperaba al sujeto Y, pero al abrir los ojos se iría con el sujeto X, tras aquella promesa.
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