Después de tu carnicería... tal vez llegue la calma...

Sobre una sábana está mi cuerpo cercenado por el puñal que consiguió mi asesino en una tienda de mala muerte en el recoveco de una oscura pesadilla. Quien se lo vendió, la sombra gorda y deforme con cabellos despeinados blancos de polvo, me ha informado del suceso y de las sábanas... Aquella sangre seca sobre una vieja cama de hospital, parece haber formado extrañas figuras a lo largo y ancho del lecho, sin embargo, y a pesar de estar cortada en pedazos, descubro mi oreja derecha, un pedazo de cerebro, tres dedos y un corazón entero. La boca, que se encuentra al pie del nochero bajo una luz casi apagada de una vela, me ha comentado que mi absurdo asesino se ríe felizmente de su hazaña en su apestosa tienda carnicera... La boca y aquel pedazo de cerebro, me han aconsejado abandonar aquel espantoso lugar. Supongo que ahora es tiempo para aquel sujeto que arma cuerpos cerca al pueblo. Dicen que los arrincona en un desván para arreglarlos luego. Dicen también que se ven caminar por largos y viejos caminos, mujeres con barbas, con dos manos derechas , narices- boca o con un pie de niño y otro de adulto.

Me doy cuenta que el armador no sabe nada de cuerpos y que nadie en el pueblo puede ayudarme. Doscientos cuerpos... Doscientos uno con mi cuerpo. Tiro el corazón por la ventana del viejo hospital, para evitar que se lo coman los doctores... sigo caminando y aún no entiendo con qué pies... algo más habrá del otro lado... una pequeña luz al límite del pueblo de sombras. Tal vez un reparador de cuerpos. Quizá descubra que he sido reparada con pedazos de otros cuerpos... de ser así: de quién será mi oreja izquierda?

Tiro el corazón por la vieja ventana del viejo hospital... y allí lo dejo. Para que se lo coman los cuervos. Para no dejarte nada.

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