Cosas que ella dice

Ella me dice que debo regresar al mundo... que el mundo no está resumido en una pantalla y que no está reducido a una ventana pequeña. Yo le digo que es temporal, que simplemente no quiero hablar, que mi voz está cansada, también mis ojos y que pronto pasará. Ella dice que debo salir a oler las flores, a entregar un poco de eso que en la soledad se prepara. Qué puede ser? Una especie de odio tal vez? Si salgo no sabré qué hacer. Esa ciudad que hace algarabías por cualquier cosa, y que ríe con esa risa tan falsa, me aburre, y me desespera y me cansa. Ella dice que hay que hacer algo por el mundo. Yo no quisiera hacer nada, pero tampoco quiero estar inmóvil. Y como no quiero estarlo, paso y repaso unos caminos que he tallado en esta habitación del escritorio a la ventana, de la ventana a la puerta, de la puerta a la silla y de la silla de nuevo a la puerta. Pero no me atrevo a abrir. No puedo hacerlo. Se agita mi pecho y pienso: -Rayos, debo ir por la clozapina. Pero no puedo ir por nada. Quedo inmóvil, y es peor que ese atolondramiento de las pastillas. Así que decido mejor no tomarlas, porque no puedo ir por ellas, y porque no quiero estar inmóvil. Pero ahí está, esta maldita quietud y no sé como deshacerme de ella. Es por eso que ella dice que no debo seguir aquí y que vaya a visitarla. Siento una especie de gracia, porque me dice también que le lleve un par de cervezas, unos chocolates, una caja de cigarrillos y un frasco de café, entonces intuyo que ella tampoco quiere salir de sus cuatro paredes, pero que no soporta estar sola... y yo iré a visitarla... y no entraré las pastillas al cuarto.

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