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Primera nota de un "Diario de investigación"

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Más antipático que Trasímaco Sos más antipático que Trasímaco. Ver también: Son más antipáticos que Trasímaco "Algunas cosas no son chéveres" Trasímaco es el que defiende lo siguiente, en una breve página de un texto platónico: "Entonces, Sócrates, la injusticia generalizada es más fuerte, libre y algo superior que la injusticia, y, como decía al principio, es el interés del más fuerte lo que es justo, mientras que lo injusto es lo que beneficia al hombre mismo y es para su beneficio" Entonces, a pesar de lo anacrónico, lo imaginé con gafas y un cigarrillo peche, echando un humo azulado, haciendo corazones con el humo, flechándolos y echándomelos en la cara. Un antipático, pensé. “Muy Borde”, “Muy Argel”.   En España, Trasímaco es el típico borde, superficial, que no quiere llegar. Las tres piedras en su mano, con las que responde, te las tira con amargura. Te deja con las fantasías que inmediatamente se convierten en fastidio. En Argentina T

Mientras miro un cuadro de Hopper

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Que no se agote en la espera. Que no acabe el momento. Que guarde para siempre la red para antrópodos que le compre en la tienda de sueños y palabras. Que escuche el paso del tiempo, que lo contenga en un cuenta gotas. Que no se olvide de los buenos tiempos y de los malos que retenga la sonrisa y recuerde el chiste, que se conserven las lágrimas en su corazón humanizado por su teórico latinoamericano favorito. Que escuche a Bach con la atención con la que le escuchó Beethoven. Que entre a los pasadizos de mi mente, con el cuidado que requiero para no perderlo. Que piense en mi como piensa la ola en la orilla siempre marchándose, siempre yéndose, pero volviendo  siempre. Que vuele tan lejos como las aves del río Tejo, que no pierda su olor a nueces. Que envejezca como envejecen los libros y los vinos, aunque usada esté esa figura. Que no se pierda como Hansel y Gretel y que piense en el hilo de Ariadna que dejé en su bolso. Que recupere la lupa que perdimos en la luna borrachos

Corazón de jade que ni la muerte mata

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Me cambiaste la vida y te extraño. No quiero morir, solo quiero salir a correr hasta la Patagonia y devolverme       ... y...(Todos los dolores del alma que se sienten en las entrañas) ... esperar el día-tarde-noche en que pueda decir: "Y así, como si nada, alguien apagó la lluvia". Creo que nunca he estado tan sola. Esa soledad que ni la compañía acompaña, esa soledad de Dios, esa orfandad de estrellas, esa ausencia de carta astral, esa resequedad de lágrimas, ese estarse quieto asistiendo. Tan extraño que el día se mueve en el cotidiano entre hacer las cosas y morir, pero la muerte de las horas y la inmovilidad ante el suicidio de los segundos, que llegan a lo más alto del reloj y luego, el segundero que se tira en el abismo del medio segundo hasta el segundo siguiente que corre con la misma suerte y es su muerte hasta gestar una hora más que se muere en el ocaso. Hoy carezco de mar, hoy, carezco de amigos, hoy carezco de mi. Mañana no es la promesa cotidiana de super

Speculum

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(Días y flores)  Una canción de Joey Scarbury. Soy una profana de las enseñanzas de la abuela y esa canción me hace sentir la traidora de los ochenta, la eremita impía. Lo hice, no quise pensarlo y lo hice. No soy un monstruo, soy una mujer. Al menos una con sueños, al menos una que quiere coherencia con sus deseos y eso que sucedió no hacía parte del orden del día. Siempre pensé que si algo  así me sucediera yo estaría un poco más histérica y depresiva, al menos nerviosa y triste, pero no lo estuve. Lo hice, insensible ante todo, no soy un monstruo, soy una mujer. Nunca he leído un libro donde el escritor habla de algo que hizo y nunca cuenta qué fue y deja al lector viendo pá’l páramo. ¿Ustedes si? Debo leer más, claro, al menos abandonar un poco al ya centenario Cortázar, quizá los cuentos del gigante me deshumanizaron las entrañas y me dejaron en un paraje catatónico. He pensado que si en mi estuviera no volvería a salir nunca de este cuarto, a no ser si fuera a hablar con

No es que muera de amor

No es que muera de amor, muero de ti.  Muero de ti, amor, de amor de ti,  de urgencia mía de mi piel de ti,  de mi alma, de ti y de mi boca  y del insoportable que yo soy sin ti.  Muero de ti y de mi, muero de ambos,  de nosotros, de ese,  desgarrado, partido,  me muero, te muero, lo morimos.  Morimos en mi cuarto en que estoy solo,  en mi cama en que faltas,  en la calle donde mi brazo va vacío,  en el cine y los parques, los tranvías,  los lugares donde mi hombro  acostumbra tu cabeza  y mi mano tu mano  y todo yo te sé como yo mismo.  Morimos en el sitio que le he prestado al aire  para que estés fuera de mí,  y en el lugar en que el aire se acaba  cuando te echo mi piel encima  y nos conocemos en nosotros,  separados del mundo, dichosa, penetrada,  y cierto , interminable.  Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos  entre los dos, ahora, separados,  del uno al otro, diariamente,  cayéndonos en múltiples estatuas,  en gestos que no vemos,  en nuestras manos que nos necesitan. 

Las cosas que vuelven

Vuelvo a ser la de los gritos empolvados en la garganta, la de las lunas grises y opalinas. Vuelvo a ser la de los menhires en la espalda, la del pie izquierdo, la de las palabras heridas con cuchillas infectadas de histeria. Vuelvo a ser la de las noches largas sin implantes de luz. La de los libros de historia sin fechas y personajes, la de la soledad de los parques, la loba en la puerta con un traje en rojo. Vuelvo a ser la melodía en re bemol menor, bemol del tiempo, un vino Gran Reserva, el tiquete con rumbo a Neverland sin retorno. Vuelvo a ser el tren de glorias y victorias perdidas, vuelvo a ser la causa que no fue causa. Vuelvo a ser Portugal sin Lisboa, vuelvo a ser abrigo de agua, mar en calma contrariado y obscuro. Esa soy yo, una espiral, un caracol, un ocho infinito, la constelación en mi cuerpo innumerable. La que siempre dirá la última palabra y pondrá la taza en la mesa esperando beber de la lujuria del caos. Esa soy yo, la que se tiró, manzana de su árbol temerosa

El regreso de las cosas viejas

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Un café en la tarde de cara a la ciudad hoy nueva, nuevos los edificios, nuevos los parques, nuevas las vitrinas, nuevo su entusiasmo. -Muy lindo el anuncio de esa vieja librería- pensó. Un viaje en tren y un libro. Le pareció bella la portada, se acercó a la vitrina de la Librería nueva en Junín al frente del edificio coltejer. Ahí estaba. Lo vió después de hace muchos años, tenía un libro de Borges en las manos. Tartamudeó en sus adentros, dejó caer su café. De repente todo se volvió viejo, viejo el edificio, vieja la Librería Nueva, viejos los rostros, viejo el día, viejo el sentimiento. Se enfermó el cielo, quiso volver a casa. Todo acabó.

De cuevas supersónicas y su respectivo homo

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Dejar de escribir sobre el hombre supersónico, hablar tal vez del reloj de arena y del tiempo finito de los orgasmos, el tiempo contado mientras se muere en las vías del tren y los restos del pacto son el suspiro y el desgano. La humedad se aventaja en las sábanas y dos cadáveres yacen en la almohada, sin respirar y con el aliento enmohecido, con las palabras empeñadas en el deceso. La paz de algunas cavernas, se parecen a sus cavernícolas. Unas están llenas de libros y pensamientos, de especias en la cocina, de gatos y juguetes. Otras en cambio están llenas de vacío y suciedad, de humedad y abandono. Unas están llenas de letras y de finos detalles, de molas y discos, de dinosaurios, de hojas en el piso, de máquinas de escribir y de vasos de ayer, algunas huelen a cigarrillo, otras a wiski, a cerveza o a incienso.  Las cuevas más peligrosas son las autónomas y solitarias, las que suenan a jazz y a horas enteras de trabajo y pensamiento antigregario y eremita, las que huelen a inci

Tu cuerpo no será nunca más Omagua

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El Dorado se ha vuelto este día a día bajo esta luz, conquistando imaginarios de potencial realidad mientras el café está caliente y las páginas cortan mis dedos. Hoy es un constante pasar y pasar de hojas como instantes y no necesito de afuera. Cuando me enfrente a los lobos de nuevo, tendré la astucia de Mowgli y la inteligencia de Elizabeth, seré un indígena de Omagua, me habré inventado el amor... y habré acertado. Nada más me hace falta porque olvidé la geografía de tu cuerpo. 

A dormir loca, hippie de Pollux

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Todos tienen un gnomo adentro. Debe ser una palabra antigua la que habita en el interior de cada uno, tan antigua como el mundo y debe ser un verbo conjugado enteramente por el universo infinito. Recuerdo que en una película, una hermosa mujer envió a su gnomo a viajar por el mundo y luego recorrió los lugares que visitó el gnomo. Gnomo cuidador de tesoros subterráneos, sabedor de perlas del ser profundo, custodio de piedras preciosas en la montaña del pensamiento. En algún espacio-tiempo perdí a mi gnomo, o lo empeñé para comprar cicatrices y dolores y quiero recuperarlo. ¿Acaso dónde se pide información por gnomos perdidos en la oficina de cuál ministerio? He perdido la astucia que alimentaba a este ser diminuto. He perdido la gracia con que se paseaba por los corredores de mi mente y quiero recuperarlo, le exijo al universo me repare en daños. Dice el diccionario ilustrado que yace muerto en el extremo inferior de mi biblioteca sin ser evaluado en años de angustioso a
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...Lo que le falta a usted señorita Warrington, es coraje y práctica, ambas cosas son inútiles si no van juntas... Del libro fin de viaje Virginia Woolf

Izquierda y derecha, la silla de la reina y la acústica del mundo

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Llegó al teatro sola, como acostumbraba los martes en la tarde con su botella de agua y un paquete grande de choclitos.  Giró a la izquierda como siempre y se sentó en la última fila de la platea de abajo segunda silla del corredor a la izquierda, que no era precisamente la silla de la reina por donde entraba un incómodo rayo de luz que impedía ver lo que al frente sucedía, ni la silla de la acústica  de pozo, donde las voces del escenario entran como si dieran la espalda al oyente y el hablante hablase a través de un tarro de lata. Era su silla favorita y siempre estaba vacía porque a esa hora de la tarde, solo iban dos o tres ancianos y el mismo grupo de jubilados que gustan de los clásicos, que luego discutirán la película en la plazoleta central del Carlos E Restrepo tomando aromáticas de frutas o té verde. Esta solitaria no es especialmente bella, a pesar de que su nariz tiene una deliciosa curva respingada y su mentón un curioso hoyuelo que realmente provoca acariciar, p

Una de hace tiempo

Eres Feliz Eres feliz yéndote de mi  y viniéndote en otras columnas, en otras piernas. Eres feliz esquivando este rostro y lamiendo selvas de otras tierras. Eres feliz dando de beber contadas miradas a estos ojos sedientos y recorriendo descuidadamente otros cuerpos rosados llenos de sol. Eres feliz jugando con mi tiempo y entrando por minutos cortos en cavernas húmedas y respiros agitados donde viertes tu deseo momentáneo. Te fugaz en la mañana  porque eres feliz yéndote. Vienes a mi luego después de venirte en otras. No quieres entrar en mi sin conocerme no quieres entrar en mi porque dices que me amas no quieres lastimarme... Hazme daño y lastímame. Eso a mi me haría feliz.  (La primera línea del arco iris. 2003)

Una Alerta para mi mente

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Creo que he tocado fondo. He llegado al final del pozo que se ha vuelto mi mente. No controlo mis afectos, no controlo mi cuerpo, no controlo mi mente. Si no he tocado el fondo aún estoy muy cerca de darme un golpe, de topar con las últimas piedras, esas que van a lastimarme. ¿Acaso nadie lo piensa? Me he lastimado una rodilla y no supe cómo sucedió, ¿acaso nadie se conduele? Los vi en un momento de la noche, a todos discutiendo como animales, se hablan duro, se quieren con un amor que no puede ser cierto, cantan y ríen como si no hubiera mañana. Cuando el mañana llega les duele la cabeza y juran no volver a hacerlo. Eso he sentido en la mañana. Timbré y no me abrieron, entonces volví a la fiesta. No me controlo y bebo más líquido amargo, o ¿acaso a qué sabe ese chirrinchi, ese licor asquiento, esa agua de los infiernos? Si no he tocado fondo, voy, muy consiente de ser la espectadora del abismo, la Alicia en ese extraño país que es el no recordar dónde y cómo se estuvo en es

El precio de las sonrisas

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Me detengo. Miro hacia el frente. La fuente llena de monedas, el puente lleno de candados, el edificio lleno de vidas y cotidianos. Las calles relucientes de rostros. Creo que me he perdido, tengo esa sensación de cuando era chiquita y me aterraba tanto soltarme de la mano de mis padres en el centro de la ciudad. Desde mi espectro de visibilidad siempre veía perros abandonados, habitantes de la calle, desperdicios y suciedad, era un mundo realmente triste desde allí abajo y solo cuando el adulto que me paseaba de la mano se detenía, podía disfrutar de ese cielo siempre tan lejano, tan alto por encima de los edificios. Sí. Creo que me he perdido. Hace mucho rato solté la mano del adulto y ahora necesito una mano sabia y tranquila. Todos están ahí para mí, pero qué decir de esta gran tristeza que no puedes despegarte porque se ha adherido a ti como un cadillo que se pega a tu ropa cuando vas al bosque. Yo sonrío, tengo mis momentos, sin duda. También a veces soy graciosa y t

Recuerdo

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Eso quería decirte - Levántate, sin echar cuenta de las veces que has tropezado- Pero te caíste, o  te fuiste y los que nos caímos fuimos nosotros. Te fuiste y el recuerdo es la sonrisa y el abrazo y el último adiós y la noticia y la lágrima y el paisaje desolador de tu casa sin ti.  Ya no duele, porque pervive más tu grandeza. 

¿Qué era de ti?

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...De mi era una crisálida que no ha querido ser mariposa, de mi era un poema que no se escribió en ningún libro, de mi era un violoncello que no volvió a cantar, de mi era un acorde de guitarra que olvidé en un laberinto... de mi era una mujer grandota que se quedó chiquita. De mi era el rostro de tu olvido profundo, olvido que se hizo olvido, para ser libre de tu pesada admiración.  Respuesta a la pregunta del amigo Andrés Zapatón. 

Espejismo

Escribí cartas que llegaron al buzón silencioso y la sangre seguía fluyendo porque no muero. Yo me pregunto ¿a dónde van las sonrisas? Yo no soy una mujer triste. No lo soy. Soy una mujer sonriente y lo sé muy bien porque mi sonrisa ha sido un éxito en los bares de vaqueros barbudos, donde lo objeto todo, menos si me hablan de noches estrelladas con la habilidad del inventor de cuentos creíbles. Mientras leíamos un cuento de Chéjov y mis ojos se recreaban en la nada irreal que es el pasaje de un libro, que se recrea en otros universos con la realidad que está hecha de espejismos donde todo sucede hasta el amor… ¿qué decía del momento? Ah sí, decía que leíamos un libro y en las imágenes se me atravesaba la imagen de la princesa sentada en el jardín del monasterio escuchando las ranas que cantaban sobre las hojas del año pasado y podía ver la luna y escuchar como en su soledad la princesa le coqueteaba en su grandeza burguesa, a los pobres monjes que la veían delirantes en s
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  Benditas reminiscencias Era 1995. Sonaba en MTV y en Veracruz Estereo. La grabé en un casete, "Garrapatié" en la vieja guitarrona de mi papá y se la canté a John el niño de en frente. Fue mi primera serenata.
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Hálito y suspiro -Tal vez amanezca algún día, un atardecer siquiera- pensó, con el optimismo del alpinista. Soñaba con un sol que se llevara esa "costra", esa alga venenosa que le dejó aquel cuando se fue. Volvió, sí, pero ya era de noche. Sus ojos se le habían llenado de un millón de soles y tenían tantas estrellas, era tan otro. No resistió tanta luz. Miró para otro lado, buscando el auténtico sol, el infinito y único. Solo encontró el movimiento de las olas y se cobijó con el mar. Se sumergió en una profunda oscuridad y su pupila palideció ante un recuerdo humectado de olvido. -El olvido- dijo, -con el tiempo se transformará en luz y volveré a ver.  Mientras tanto aquel, iluminado en su distancia con todas sus estrellas y el millón de soles ardía en su candileja lejano. -Volveré a ver- repetía cotidianamente como una oración en el festejo de las sombras. Nunca entendió que apagó su espíritu por un fantasma iluminado y que la verdadera luz, ascendía a sus ojos con
La bipolaridad de mis parques Una taza de café. La noche será larga. Tengo trabajo y seguro no trabajaré, leeré, seré un astronauta en el anaquel universal. Visitaré al ermitaño de la montaña errante, seré una espectadora de la blogia, un lente en el plus, un oído en youtube. Seré un intermitente en el chat de gmail y seré el cero a la izquierda de esa aburrida autopista de datos y matrices sin ojos en los proyectos de extensión. Espero a alguien como el barbudo que se esconde. Todas las noches. Todos los días. Olvido cómo ser capitana de este navío, olvido cómo escribir onomatopeyas y ponerle efectos a las horas. Todo está silencioso, no llega el barbudo y pasa el tiempo aburrido entre el café y el minutero. La libertad de las imágenes, el potencial creativo, ser el dios sin tiempo, ser el Valar de Arda. Quisiera creer que todo allá adentro, en la profundidad cuántica de este asunto, está bien, que se mueven sin problema mis yoes y neuronas, nadando profundamente en la
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No me culpe por "delirosa" Usted lo ha dicho. Usted. El que debo olvidar, el olvidado, el que no llora, porque nunca está. Yo en cambio vuelvo a ser. La que sufre de insomnio, la olvidada, la que nunca estará, (pregunte si importa eso al delirio del delirante) la que ama con locura, la que se saca palabras del lado  oscuro de la luna, la que queda feliz con dos palabras, la espía amigo, la espía... yo también quiero recorrer el mundo, yo también estoy entre dos aguas, yo también he visto la muerte, yo también creí en flores azules, yo también soñé con Novalis, yo también se de la locura, yo también me fugué de Venus y fui amiga de Hipatia. He tenido tantas cosas? he perdido tantas otras? En cambio usted. Fue mio en el campo oscuro de la luna, lo hizo mio una palabra que me robé de un cráter (de esos que tienen nombres tan bonitos que parecen poemas), se me atravesó en la garganta como una espina y fue pura casualidad (porque yo no iba para allá sino para otro lado y fíj