Día #14 Polaroid. Niña con vestido
Veinte días de nimiedades
Desde aquí abajo todo se ve
gigante. La mano de mi padre parece la mano de un titán y el camino rumbo a la
casa de doña Adela mi abuela, se ve en espiral inmenso como una galaxia hacia
el punto infinito donde está el balcón de don Arnoldo el abuelo.
Mi
madre me acaba de poner el vestido blanco que usé para ser pajecita de la prima
Estela. Tengo cinco años. Si camino juiciosa de la puerta de la casa a la
tienda el Mitú sin llorar, mi padre nos comprará un helado a mis hermanos y a
mí.
Mis
hermanos se han ido adelante jugando “seguimiento” y mi madre discute con mi
padre algo que no logro entender porque estoy mirando mis zapatos blancos y
estoy pensando cómo zafarme de la mano de mi padre para ir tras mis hermanos. Interrumpo
el paso de mi padre porque me tropiezo con piedrecitas que pueden ser el camino
de mis mundos miniatura. Tengo un plan. Terminar una maqueta con una casa hecha
de hojas para las hormigas y decorar con piedras el jardín de doña hormiga y
don hormigón para sus hijitos los hormiguitos.
Así
que interrumpo la discusión de mis padres, para recoger las piedrecitas con las
que se tropiezan mis zapatos blancos. Mi padre me deja recogerlas, pero mi mano
es muy pequeña para recoger todas las piedras que necesita el jardín de las
hormigas.
Es
sábado y no hay afán. El camino es largo de la 73 A a la 75 que es justo donde
viven la abuela, el abuelo y los tíos. Ya quiero jugar con el gato y corretear
con los primos, pero hoy me han puesto el vestido blanco y no podré ensuciarlo
ni pelarle la punta a mis zapatos nuevos. Debo ser una niña juiciosa y en este
momento elegir si en mi mano pueden estar las piedras de la casa de hormigas,
redondas y grises, o sostener mi helado.
Tiro
con tristeza las piedras que había logrado recolectar con empeño desde casa
hasta el Mitú y me decido por mi helado. Lo primero que dice mi madre es:
-No te vas a chorriar el vestido que estás muy
linda. Chúpele pues por debajo mi amor, Ay Arge, ve cómo se va a volver la niña
una melcocha-
Entonces
mi mamá prácticamente se come mi helado para que yo no ensucie el inmaculado
vestido. Mis hermanos salen corriendo a jugar “seguimiento” y yo no puedo
seguirlos porque no puedo pelar mis zapatos. Mis padres siguen discutiendo
asuntos de titanes y yo me voy pensando en mis hormigas en el jardín trasero de
la casa. Cuando llegue a la casa de la abuela Adela, ella me dará agua de la
jarra verde con el payaso en relieve en el pocillo de la Bastilla, luego mi
abuelo me dará manzanitas de coco de la tienda y arrocitos rosados para que yo
juegue con Paola la prima y sus ollitas que parecen de verdad.
Si
está en casa de la abuela, el primo Mauricio, seguro correteará conmigo por la
terraza para intentar coger el gato, pero pronto subirá mi madre a bajarme para
que no ensucie el bendito vestido blanco. ¿Por qué me ponen el vestido de
muñeca si no puedo jugar “seguimiento” y corretear en la terraza? Cuando
quieran ponerme de nuevo el vestido blanco, voy a llorar y me meteré debajo de
la cama (…)
Comentarios