Día #5 Subir al Himalaya o poner hojitas de lulo en los cuadernos para que sean aterciopeladas. Ambas cosas una aventura.




Para establecer la rutina. Veinte días de Nimiedades.


Vi el ojo del dragón y luego vi el pasado. Le llamábamos la casa de la metamorfosis, también tuvimos una casa que la llamamos La casa Fractal. Siempre buscando lugares, un hogar, un refugio, un lugar a donde ir. Y la verdad que era propicio tener un espacio nuestro, un taller literario, artístico, un lugar de debate, un lugar donde el café tuviera un olor diferente entre cigarrillos y óleo, entre libros y colores. Todo era la aventura. Abrir un blog era la aventura, escribir pasquines, leer un poema, escribirlo,  hablar del amor y filosofar el amor, filosofar la vida. La música sonaba tan bien, las películas se vivían… respirábamos juventud y creatividad. Jugábamos a hacer videos y entonces una idea cobraba vida con tal energía y entusiasmo. Ellas se acaloraban cuando hablaban de política… las fiestas se extendían a altas horas de la madrugada entre artistas, filósofos, actores, músicos, humanistas y poetas. Vaya cliché. Éramos unos esforzados. Cada quién guardará esos días en su corazón como puede.  En diferente medida fue importante para cada quien en realidad. Para mí nunca es suficiente y he descubierto que mi búsqueda fue siempre un lugar, un espacio en mí. Nos inventamos la amistad, la incondicionalidad, la lealtad. Hicimos la revolución del Siempre es Hoy, y es que en verdad no había mañana cuando estábamos juntos. Las horas pasaban y desdeñábamos el tiempo por ser tan de la tercera dimensión, por ser tan absurdo y efímero, porque solo teníamos la gloria del instante. La cocina era otra aventura. Hacer la casa era una aventura. Emprender un nuevo cuadro era una aventura. Salir a comprar los cigarros era una aventura. Llamar a la puerta para recibir las llaves que caían del cielo sí que era una aventura, porque imbuidos en el No tiempo, no escuchábamos el afuera. La sala era tan grande que nos permitía expresarnos. La cocina era tan chica y acogedora que nos reunía en el debate para no perdernos. En la terraza descubrimos nuevos planetas. Se nos hacía tarde casi siempre y era la excusa para perder nuestro bus… hasta que me mudé a esa casa y entonces descubrí que la casa que buscaba estaba adentro, mi verdadera aventura, el descubrimiento de planetas aún más grandes. Que la materialidad del espacio se abismaba en los lugares de mí misma, en los laberintos de mi mente, en los misterios insondables de mi corazón. Otro cliché… estoy llena de clichés.… La Fractalidad está en todas partes, la metamorfosis es una cosa cotidiana. Descubrir que esa línea delgada entre lo macro y lo micro debe ser algo que se percibe con la consciencia. Eso también descubrí en esas casas.

Todo esto viene a cuento, porque un hombre que presiente las dimensiones más allá de esta limitada dimensión, puede ver cosas y me hizo ver cosas. Todos pueden verlas, es cuestión de estar atento y de no visitar el siquiatra, te diagnosticará demencia. Me han hablado del pasado, me han dicho que en ese rincón de experiencia, en estas dos casas, encontraría respuestas a este paraje catatónico en el que me encuentro cuestionando todo y preguntando qué fue de ese tiempo y el por qué de todo. ¡Por qué mundo, por qué!. Me invitó a cerrar los ojos y ver esa Fractalidad que tanto busqué en aquella casa y esa metamorfosis que me perdió entre libros y filosofías, la percepción desde Kandinsky hasta Holderlin. Me dijo, verás: Todo eso está ahí adentro, porque el cuerpo, caja de resonancia de este universo infinito, es el contenedor de algo que es bien curioso que se llama TODO. Cerré los ojos y vi el ojo de un Dragón, en un segundo viví todos los años, el big bang de mi universo en expansión, estrella joven. El ojo del Dragón era azul metalizado y gigante. No sentí miedo. Sólo cuando el dragón comenzó a ponerse en pie, dije: Tengo miedo. El hombre que ve cosas me dijo: Pasa a una nueva imagen. Esta no nos interesa. No comprenderías las dimensiones de ese dragón. Es tan grande su sabiduría representada por constelaciones de grandeza, que sobre pasa los límites de todos los conocimientos. Y entonces volví a esa casa. La Casa Fractal. Por qué es tan importante? Porque en esa casa descubrí que todo lo que busco está adentro. Que adentro está el dragón de todo lo que comprendo entiendo y desconozco. Que la aventura está en poder pensar, ¡acto maravilloso!. Ya que estamos en esta dimensión, pues por qué no disfrutar que el universo ha escogido este cuerpo para expresar la belleza que disfruta de este teatro natural y viviente. Siento que el dragón se movió en mí. La mínima experiencia adquiere dimensiones de Dragón milenario, infinito e indescriptible. Este ánimo viene quizá de los bosques bipolares del entusiasmo. No importa de dónde vengo y los lugares que he visitado, aunque tantas frases digan que eres los lugares que visitas… que caminante no hay camino se hace camino al andar. Cuál es el quid de todo esto… Que subir el Himalaya puede ser una aventura, un reto, casi una misión hipotética. Ojalá. Vamos al Himalaya porque es un milagro… Pero pienso que el viaje hacia adentro es una aventura que nos asusta tanto que preferimos no hacerla por miedo a encontrar las dimensiones del Dragón. Mi padre me contó una historia simple. De su escuela en el pueblo, hablamos de Guática, hasta su casa, crecían unos lulos. Su hermano Arcángel y él, cogían las hojitas peluditas y las ponían en un cuaderno para que se volvieran aterciopeladas. Me dijo: “¿Sabes? Una vez hablando con mi hermano pensamos que la vida y el pensamiento eran como poner hojitas de lulo en un cuaderno… cuando las guardas en el cuaderno son ásperas y chuzan, pero sabes que con el tiempo serán suaves. Las poníamos ahí y las olvidábamos, pero al tiempo al encontrarlas, nuestra felicidad era inigualable”. Sucede así con las ideas que son parecidas al recuerdo que son parecidas al presente que son parecidas a las hojas de lulo. Que son parecidas al ojo del dragón. Debería ser tan emocionante encontrarlas, como ir al Himalaya. Sí, vamos al Himalaya, organicemos el viaje por OneNote, sincronicemos, claro. Vamos, me apunto. Pero antes de visitar tantos parajes, quiero hacer el viaje hacia adentro, a las profundidades. A ese viaje no puede acompañarme nadie. Ese será mi Camino de Santiago. 

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